viernes, 30 de julio de 2010

escaleras & mala memoria


Las cosas que peor llevo en el mundo son, por un lado, la mala memoria, y por otro, las escaleras.
Pero esto no es un secreto. ¿O sí?

sábado, 17 de julio de 2010

cantalaocha


La única persona que hacía mención a Cantalaocha –y además de forma reiterada- era mi padre. Han pasado cerca de cuarenta años desde la primera vez que le oí hablar de Cantalaocha, pero es como si fuera hoy. Cuando quería decirme que “fulanito” era de muy lejos, él decía que era de Cantalaocha. De esta forma tan natural, mucha gente cercana a nuestra familia, resultó ser de un pueblo –ciudad, comarca, país, etc.- que ni siquiera era necesario buscar en el mapa, porque existía en el imaginario geográfico de mi padre. Durante mucho tiempo, aun niño, pensaba qué podía ocurrir en ese lugar para que un gran número de sus habitantes, lo abandonase para instalarse cerca de nuestras vidas. Cantalaocha se convirtió para mí en un lugar mítico que, con los años, la asignatura de Geografía y las enciclopedias, acabó por desvanecerse.
Desde que mi hijo me hace preguntas sobre todo lo que se puede preguntar he comenzado a recordar muchas de las respuestas que me daba mi padre sobre las cosas. Así, un día, después de una batería de preguntas sobre temas diversos, me preguntó a dónde nos llevaba ese autobús que acabábamos de tomar. Y yo, entre agotado y con un último aliento de humor, le respondí: a Cantalaocha. Él no dijo nada. Pero pronto descubrió que aquel autobús nos llevaba a un pueblo llamado Fuenterrabía. A partir de entonces, y siguiendo el legado de mi padre, cada vez que mi hijo me pregunta a dónde vamos, o de dónde es esa persona que habla en un idioma que no entendemos, yo le contesto que a Cantalaocha, que de Cantalaocha. Él responde de inmediato: ¡Cantalaocha no existe! Y yo le digo siempre lo mismo: claro que existe, el abuelo conocía a mucha gente que vino a vivir aquí desde Cantalaocha.
Hoy hemos vuelto sobre lo mismo: yo defendiendo la existencia de un lugar llamado Cantalaocha, y él defendiendo su no existencia. Para que nuestro eterno debate se zanjara de una vez por todas, le he propuesto consultarlo en el google, donde aparecen cientos de entradas hasta de los términos más imposibles. Para mi sorpresa, Cantalaocha no tenía ni una sola entrada. He tenido que darle a mi hijo la razón. No obstante, y para solucionar esa lamentable omisión en la Red, he escrito este breve y riguroso relato autobiográfico, para que el google no vuelva a dejarme mal en este extremo. Porque Cantalaocha existe. Como existe mi padre. Y como existe mi hijo. Y como existo yo. En el fondo, todos nosotros, como tantos otros que están cerca de nuestras vidas, vinimos aquí desde el mismísimo corazón de Cantalaocha.
(En la imagen: Morata de Jalón, municipio de la provincia de Zaragoza, en el que nacieron mi abuelo, mi bisabuelo, y al que parece que llegó mi tatarabuelo en el siglo XIX, desde el centro de Europa. Aprovecho la ocasión para agradecer sus atenciones a nuestros amigos de La Almunia y Morata de Jalón)

viernes, 9 de julio de 2010

puedo dormir de un tirón más de una vida



Muere un árbol y es conducido a los infiernos de un libro con dignidad. Pero muere un hombre y no es capaz de hallar ni un solo infierno desocupado.